NAUFRAGANDO

La mente es un mar donde se navega de muchas maneras, en algunos momentos es turbia, es calmada o es tormentosa, de ella salen un montón de emociones y sentimientos. 
¿Qué es lo que guardas en tu mente? ¿Qué es lo que te atormenta? 

Me encontraba en medio del océano en una tabla porque el barco que iba sufrió un accidente, decidí no recibir instrucciones del capitán, ir contra el viento, tomé el timón del barco y dejé que el mar me llevara a donde quería, hasta que me encontré con una roca, lo único que quedó de aquel barco fue un pedazo de madera que a duras penas me sostenía. 

En medio del océano no podía ver nada, estaba oscureciendo y solo veía agua, miraba a mi derecha agua, miraba a mi izquierda, agua, miraba atrás, al frente y solo había agua, tenía frío y sentía mucho temor; mi cuerpo no esperaba más y exigía que le diera de comer, mi alma solo podía temer por mi vida y mi espíritu no lograba enfocar. 

Levanté mi mirada para observar todo lo que me rodeaba y se acercaba una tormenta eléctrica, pero lograba ver al otro lado de la tormenta aguas calmadas y un bote solitario, no podía ver nadie en él.
Cada segundo me acercaba más a la tormenta, no sabía que me podría pasar allí, pero debía atravesarla, quería llegar al lugar tranquilo y apacible.

Al momento de entrar en las aguas tormentosas, mi tabla, lo único que tenía para agarrarme, se despedazó, quedé completamente vulnerable. No sabía si seguir o esperar a que el mar me tragara, cada vez era más y más fuerte, estaba a punto de rendirme pero decidí ver hasta dónde podía llegar. Ya, a punto de salir de la tormenta me dio un calambre que no podía soportar, me sentía sola pero sabía que no lo estaba.

Acercándome a aquellas aguas más tranquilas, pude notar que no se trataba de un bote y que no estaba solo. De repente pude ver una mano extendiéndose para ayudarme, como pude me agarré de ella y subí al barco. Cuando miré quien era, entendí que nunca me dejaría, ni me abandonaría, era mi Padre, mi capitán. Apenas subí al barco noté que tenía más fuerza y sentía que podía seguir adelante, tenía un conocimiento mayor y ya sabía lo que no debía hacer.

Mi mente puede estar atribulada y llevarme a la peor decisión, pero mi padre nunca me dejará abandonada, nunca me dejará, siempre está ahí para extender su mano a pesar de mí y mi terquedad. Su mano siempre estará extendida para sus hijos. 

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