UN VIAJE TRANSFORMADOR

No hace mucho emprendí mi viaje, mi destino final ya había sido determinado, pero yo aún no lo sabía. Para salir y emprender este camino, decidí llevar una maleta con muchas cosas que podría necesitar en el transcurso de mi viaje. 

Después de un tiempo no muy largo, me sentía cansada, ya no podía más con el peso que llevaba, pero sentía que era necesario, miraba a los que viajaban conmigo a mi alrededor y eran pocos los que no usaban maleta, podía contarlos con mis manos, ellos simplemente seguían el camino y la carrera hacia la meta final. Aquellos que llevaban la maleta me animaban a seguir con ella y con su peso, me decían que era la mejor decisión que podía hacer, pero yo solo veía que retardaba un poco mi camino.

Cuando sentía que no podía más me acordaba lo que me decían, es necesario que lleves ese peso, tal vez lo que llevas allí lo vas a tener que usar, debes ser esforzada y valiente, no te quejes porque podrás salir del camino y no llegar a la meta nunca en tu vida. Llegué a un punto que dije no puedo más; mi fuerza se había agotado, sentía un dolor profundo por el peso que cargaba en la maleta, no podía caminar derecha, siempre estaba encorvada, mirando al piso.

Llegué un momento donde me dejé caer al lado del camino y decidí no seguir más, así no pudiera nunca en mi vida ver la meta, estaba muy agotada y dolorida, no podía más. Luchaba con llevar la maleta, hasta que después de mucho pensar, me dije definitivamente: hasta aquí llegó mi viaje, no puedo seguir con esta maleta y si no la llevo no llegaré a mi meta. 

Después de un largo tiempo se me acercó un viajero que no llevaba ningún tipo de carga, no tenía maleta, ni provisiones, sólo tenía su ropa y unos zapatos cómodos y me dijo «es mejor viajar así, puedes ver actuar a tu Padre de muchas maneras y podrás ver con mayor claridad como retiene su mano para levantarte, ayudarte y darte su fuerza para seguir adelante, te sentirás mucho más liviana y te podrás esforzar en su gracia»

Con mucho temor tomé la decisión de dejar mi carga y emprender nuevamente el viaje, debía entender que no era por mí que llegaría a la meta, cuando me arriesgué sentí que estaba caminando sobre las nubes, el camino no era fácil pero me sentía mucho mejor, podía ver a mi Dios obrar de una forma muy especial, no usaba mi fuerza lo que hacía el viaje mucho más fácil. Podía atender a la corrección de mi Padre mucho mejor, antes pensaba que todo venía de esa maleta que cargaba y no me dejaba andar sin dolor.

Comprendí la libertad a la que Dios me había llamado.



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