CAMINANDO A MI DESTINO

Me encontraba en un sendero muy agradable, donde me sentía acompañada, amada y comprendida. En un día soleado me encontré con una puerta al frente, sentía que debía entrar, de igual manera no podía ir a ningún lado, debía entrar.

Al momento de cruzar la puerta me encontré con un laberinto muy grande, miré atrás para devolverme no me sentía lista para entrar; luego pensé, es bueno tener algo nuevo por explorar y me decidí a seguir adelante. Mi primer obstáculo fue una roca, no podía ver una salida, respiré hondo y revisé todo a mi alrededor, encontré una espada, la usé contra la roca y ésta se desmoronó. Seguí hacia adelante, me hallé con tres caminos y no sabía cual tomar, sabía que uno de esos me llevaría a la salida deseada, me dirigí a la derecha pensando que si cogía todo por la derecha llegaría al final, ya decidida a entrar se me cerró la entrada, con unos arbustos que no me dejaban pasar. Usé de nuevo la espada pero no me funcionó, decidí irme por el centro.

Caminé y caminé; no me parecía malo el camino que tomé, en algunas esquinas encontraba obstáculos pero podía pasar por ellos con un poco de dificultad, hasta que me topé con una esquina que me ofrecía dos caminos pero para llegar a alguno de los dos debía primero pasar por un lugar lleno de nubes oscuras, con tormentas y animales muy intimidantes.

Me senté enfrente de este lugar amenazador, sabía que por ese lugar debía andar y así llegar a mi destino fijado por mi Padre. me quedé mirando al infinito, cuando enfoqué la vista, entre unos arbustos encontré un papel con un diseño específico de cómo pasar por este lugar y poder salir de este laberinto. Levanté mi mirada y ví que tenía alrededor ojos de personas observando lo que yo iba hacer, al parecer llevaban mucho tiempo tratando salir de ese lugar.

En el papel me daba un listado de todo lo que necesitaba para poder construir una especie de carro que me ayudaría a salir del laberinto, a medida que miraba y observaba a mi alrededor podía ver todo lo que necesitaba; los materiales estaban ahí, listos para que yo los utilizara; se veía fácil pero las personas que me miraban dificultaban mi trabajo con su comentarios pesimistas, seguramente intentaron hacerlo pero no lo lograron.

Cuando terminé de hacer lo que los planos decían, sólo faltaba una cosa, encender el carro, la única forma de hacerlo era con la espada que encontré al entrar, no faltaba nada, así que lo encendí y emprendí el camino, no era sencillo pero no tenía de qué preocuparme yo no era quien llevaba el timón, ya había alguien más que lo hacía por mi.

Era duro el camino y doloroso, pero yo gozaba de una felicidad y tranquilidad que no veía en nadie más, no podía explicarlo, ni entenderlo, solo podía disfrutar del momento, estaba confiada que llegaría a mi destino, el destino que Dios había colocado para mí.



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